jueves, 5 de marzo de 2009

Buenos días, Amigos.



Buenos días, Amigos.
Quisiera felicitar a los organizadores de la conferencia que el pasado viernes, 6 de febrero, se dictó en el Museo de la Celestina de La Puebla de Montalbán. “Francisco Hernández, un sabio español pendiente de reconocimiento”. Don José Enrique Campillo Álvarez fue el encargado de defender a este ilustre pueblano. Su conferencia, acompañada con un powerpoint, fue amena, sencilla y muy enriquecedora.
Hay que decir que Francisco Hernández, nacido a comienzos del siglo XVI, es un completo desconocido incluso aquí, en su villa natal. Como muy bien dijo en el ponente y está escrito en su libro, “Francisco Hernández: el descubrimiento científico del Nuevo Mundo” El único homenaje que existe a este hombre que llegó a poseer el título honorífico de Protomédico General de todas las Indias y Tierras Firmes, es una flanja de azulejos, que rivalidan, en la fachada del Ayuntamiento de La Puebla, por hacerse leer. ¿Y quién lee las esquelas de los muertos? Que conste que en esa fachada me faltan dos nombres, el de Hijo Preferido a Don Julián Martín Aragón, y el de Hijo Adoptado al fallecido P. Benjamín Bustamante.
Algo habría que hacer desde el Ayuntamiento, la Concejalía de Cultura, las ilustres Asociaciones Culturales, por llevar la figura de Francisco Hernández a nuestros jóvenes, especialmente los nuestros: llevar al conferenciante por las aulas, mostrarles el powerpoint, crear un certamen científico y artístico, elaborar unas fichas didácticas, hacer retratos imaginarios. No sé, algo que haga comenzar el reconocimiento de este hombre desde sus raíces natales.
Qué chocante que es la vida. Cuando el Vaticano inaugura un congreso que analiza las relaciones entre fe y ciencia, Don José Enrique Campillo terminó su magnífica conferencia haciendo alusión a un comentario de Galileo sobre la obra de Francisco Hernández, pues no creía que fuera posible la existencia de su desbordante trabajo científico. Ver para creer.
Descanse en paz don Francisco Hernández, pero que su espíritu resucite entre nosotros. Buenos días nos dé Dios.

Un abrazo.

Gregorio.

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