martes, 20 de enero de 2009

Buenos días, Amigos.





Buenos días, Amigos.
Hay ciertos programas de televisión que nunca me hubieran llamado la atención si una nota afectiva no me hubiera hablado de ellos. En la carta a sus Majestades, los Reyes Magos de Oriente, mi sobrino pedía algo que desconocía el tío. Mi sobrino quería que Melchor, Gaspar y Baltasar les trajeran las Trancas y Barrancas. Fuera del dicho desconocía a que se refería. Consultado con los expertos me informaron que eran unos muñecos, marionetas en forma de hormigas, que en un programa de las nuevas cadenas de televisión hacían unas entrevistas muy divertidas y terminaban cantando no sé que canción para irse a la cama.
Hace unos días pude ver dicho programa, dichas hormigas y, sobre todo, un personaje que me dejó impactado por su sentido humilde de la fama. Me refiero a Will Smith que se encontraba de gira por España para promocionar su última película, Siete almas, que parece no tener desperdicio. Ayer, motivando a mis alumnos del momento histórico que estábamos viviendo al proclamarse en unas horas como presidente de los Estados Unidos una persona de color, Barack Obama, les decía el comentario que tal estrella de la pequeña y gran pantalla le comentaba al presentador del Hormiguero, que así se llama el programa televisivo. Por lo visto la hija de Will Smith se sobresaltó al ver a su padre llorar, se puso muy nerviosa al ver a progenitor llorar frente al televisor, como si le pasara algo importante. Su padre, Will Smith lloraba emocionado tras los resultados electorales del pasado mes de noviembre en los Estados Unidos y había salido vencedor un negro.
Os confieso que yo ayer también me emocioné y lloré; no pude ver, como muchos de los habitantes de este planeta, la toma de posesión de Obama. Ante las imágenes que pude ver de la explanada del Capitolio, donde una multitud de personas querían ser testigos directos de ese momento histórico, y tras escuchar las voces y súplicas de un pastor polémico, me derrumbé en el llanto y apagué la televisión. Yo también quería rezar, sentía que mi espíritu estaba en ese instante, unido a muchas personas de todos los rincones del planeta, compartiendo ilusiones, alegrías y esperanzas. Mucha suerte, Presidente Obama; cuente con mis oraciones. Buenos días nos dé Dios.

Un abrazo.

Gregorio.


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