jueves, 20 de agosto de 2009

Buenos días, Amigos.

Buenos días, Amigos.
Se dice que en el día del juicio final se nos examinará del amor. Eso creo y eso espero. Pero no creo que a la pareja que tenía cerca, mientras tomaba un café, el día del juicio sea una presentación de amores.
Un amigo psicólogo suele aconsejar que algunos problemas de familia es bueno tratarlos en locales públicos, de esta forma se pueden evitar las voces, los insultos o las manos. En la mesa solo había una cocacola y un refresco endulzado apurados al máximo. Así veía yo a él; pobre, ingenuo, calvo y apagado. En cambio a ella la veía fuerte, gritona, segura y con el bolso entre las manos como la que ha venido pero se quiere ir. Y eso que la música del local estaba alta, pero era ella la que llevaba la voz cantante en todo el local, repitiendo el estribillo machacón de que nos veremos el día del juicio.
Aunque cada uno pagó lo suyo, parecían no irse, pues de pie, en la puerta, la escena continuaba. Decidí que el que ponía fin a esta película era un servidor.
Me acordé de un joven que conocí este verano en Benidorm. Vivía en el mismo edificio que mis amigos. Me chocó verme que no era el único que bajaba libros a la piscina. Cuando pude y surgió la ocasión le pregunté que estaba leyendo. Nada más y nada menos que La Rebelión de las Masas. Le comenté que no era un libro de verano y menos de piscina. Él me comentó que necesitaba evadirse de su realidad. Dejó la Gran Capital para cambiar de aires. Tenía que hacer frente a dos divorcios y en Benidorm tenía que hacer frente al acoso de una compañera de trabajo que se quiere casar con él.
Yo me pregunto, ¿por qué los amores acaban en juicio?
Buenos días nos dé Dios.
Un abrazo.
Gregorio.
Guadalajara, 20 de agosto de 2009.

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