martes, 26 de mayo de 2009

Buenos días, Amigos.


Buenos días, Amigos.
Uno está acostumbrado a charlar tranquilamente, a reírse con los amigos, a hacer planes y proyectos, pero a llorar uno no está acostumbrado. Trato de salir de casa lo menos posibles para encontrarme con el mínimo de personas, y si es de noche mejor. Me pongo muy nervioso hablando de mi marcha. Me da mido que empiecen a recoger firmas porque si bien en un principio pueden ser de apoyo, con el tiempo van contra alguien.
Mis alumnos, por más que vendo la juventud y el hacer del fraile que me va a sustituir en mis clases están seguros que tendrá más mala leche que yo. Y no os digo las monjas. Mira que son de clausura y parecen que están mirando al cielo todo el día, a algunas se les cae las lágrimas como una hermosa fuente de amistad.
Yo creo que estoy mejor, sigo con mis tranquilizantes, empaquetando mis cosas y tratando de consolar. Trato de evitar el móvil porque entonces no hago nada en todo el santo día y no es agradable tener esta conversación en la que no sé cual va a ser mi trabajo, mi cometido, mi acción pastoral. Ahora que lleva Pentecostés viene bien ser dócil al Espíritu. Tengo que dar muchas gracias por tantas muestras de apoyo en las que veo que mi trabajo evangelizador ha servido para algo. Buenos días nos dé Dios.

Un abrazo.

Gregorio.

La Puebla de Montalbán, 27 de mayo de 2009.

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