miércoles, 6 de mayo de 2009

Buenos días, Amigos.

Buenos días, Amigos.
De piedra me quedé ayer cuando tras celebrar la misa de la tarde me acerqué a la familia que parecía que era la condoliente de la intención aplicada en la eucaristía por el eterno descanso del alma. Es una familia que ha educado a sus hijos en nuestro Colegio y con ellos, a pesar de que la niñez se les iba escapando con los años, la confianza y el cariño no se ha perdido. Los padres son asiduos, como yo, al Paseo del Colesterol, y en las noches más de cuatro veces nos hemos dicho adiós.
Cuando me acerqué a la madre para saludarla le pregunté también si la misa la habían aplicado por los abuelos. No sabes nada, me dijo. Nos hemos cruzado varias veces y a la mujer le extrañaba que no le dijera nada. Es verdad que este invierno he salido menos por el Colesterol, y menos por la noche. La misa no era por los abuelos, la misa era por su marido que hace unas semanas había muerto de cáncer. Algo extraño sentí dentro de mí, como si hubiera metido la pata, como si hubiera celebrado mal la misa, como si no estuviera haciendo bien mi trabajo. Me sentí cobarde, no me atreví a salir a la calle y consolar a los hijos cuyos ojos brillaban por el recuerdo y la emoción del momento.
No sé si mi atisbo era por ver que ha muerto un padre y abuelo joven, cuanto que ha sido víctima de esa espantosa plaga que es el cáncer. Debo de celebra una misa por él, cuando se conoce a la persona el rito no es distinto, pero sí las palabras y los sentimientos. Debo de acercarme a la familia para consolar. Pero lo que no sé es qué hacer con el cáncer. Y sé que como yo hay muchas personas perplejas de ver cómo en La Puebla de Montalbán están muriendo muchas personas por un tumor cancerígeno. La verdad, no sé qué hacer. Buenos días nos dé Dios.

Un abrazo.

Gregorio.

La Puebla de Montalbán, 7 de mayo de 2009.

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