miércoles, 10 de diciembre de 2008

Buenos días, Amigos.



Buenos días, Amigos.

Tengo que reconocer mi agradecimiento a un amigo que anoche me dejó quedarme en su casa para ver Grease. Está mal, fui a verle porque hacía mucho tiempo que no sabía de él, ni me lo cruzaba por la calle ni lo veía por el Paseo del Colesterol. Ayer me lo encontré en un supermercado de La Puebla y decidí pasarme por su casa para estar un rato con él. Tiempo estuve, lo que duró la película, aunque hubiera sido mejor hablar de nuestras cosas. El hizo zapping con el mando y dio la casualidad de que en un canal empezaba la película Grease. Fue todo un detalle que dejase el abanico de canales parado para que yo pudiese ver la película que tan gratos recuerdos me trae de Madrid.
Tumbados en sus cómodos sofás disfrutamos de la historia de Danny Zucko y Sandy Olsson en el Instituto Rydell. Me encantó una de las escenas finales en las que el profesorado intenta sacar dinero para una residencia de ancianos docentes.
Hace unas semanas, el día que se iluminó Madrid de colores para Navidad, asistí con unas compañeras del Master a ver el Musical de Grease en el Teatro Nuevo Alcalá. Me gustó mucho. Nos gustó mucho. Aunque sería más apropiado decir que nos lo pasamos muy bien, sobretodo con la canción de Frenchy, Beauty School Dropout, en la que su ángel de la guarda reconoce su frustración por no aprobar nada, ni siquiera el champú.
Reconozco que ver la película me ha ayudado a entender las lagunas que tiene el musical y a comprender a mis alumnos que quieren que deje de poner esas piadosas películas mías y ver un día High School Musical. No sé si está bien hecha la comparación, pero hoy tiene un ritmo más engominado mi vida. Grease… ¡Qué tiempos! Buenos días nos dé Dios.

Un abrazo.

Gregorio.

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