martes, 9 de diciembre de 2008

Buenos días, Amigos.

Buenos días, Amigos.


Estoy cansado, muy cansado. Los fastos del puente de la Inmaculada me han dejado cao. No es fácil recuperar las tradiciones cuando lo que viene siendo tradicional es hacer de los días inmaculados unas pequeñas vacaciones con la familia, con los amigos, con los destinos deseados. Qué conste que yo también he sido tentado y el deseo de evadirme de estas beaterías ha sido muy grande, porque me veo muy solo, y las playas del Mediterráneo o la tranquilidad del hogar familiar, han hecho su danza estos días. Pero no me voy a quejar.
En el fondo no me he sentido tan solo, aquellos que aprendieron del Padre Benjamín a amar a la Inmaculada han estado dispuestos, un año más, a hacer un homenaje a la Madre de Dios y con su tiempo y dedicación han hecho un acto religioso digno de ser elogiado. El gusto por hacer las cosas bien no pica, como dice el refranero, y tiene toda la razón. Pero hay algo más, algo que no se puede ver pero se aprecia, algo que no se toca pero se siente, algo que no se considera pero está ahí, en esos corazones sencillos que disfrutan con las cosas de Dios y que solo Él sabe premiar. En la calle de los beatos no ha habido viajes, ni playa, ni cervezas, ni amigo, ni familia, sino más bien tensiones, más trabajo y broncas por hacer las cosas mejor, por sentir la comunidad de los amigos de la Inmaculada, por hacer más grande el espíritu religioso que cala hasta los huesos a estos anawines.
Buenos días nos dé Dios.

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