miércoles, 10 de diciembre de 2008

Buenos días, Amigos.


Buenos días, Amigos.

Ha sido el cumpleaños de la hija de unos amigos. Darle un beso y desearle felicidad es poco para una fecha tan especial donde el puente de la Inmaculada se prolonga. Me la comía a besos y creo que me quedaba corto para demostrarle mi cariño hacia ella. La tomaría de la mano y me la llevaría de paseo por la Soledad para presumir de amiguita y el orgullo que tengo de ella no podría mostrarlo del todo. Le había comprado un Pocoyo; creo que es el mejor regalo que una persona querida, a pesar de su edad, puede recibir en estos días de crisis para hacer más humilde y sencilla nuestra vida y aprender a disfrutar de las pequeñas cosas. Qué teatrera, mi regalo fue de los más pequeños y ella lo recibió con un uhhhhhh nervioso y sorpresivo como si fuera muy grande.
Me llama Hegorio y lo repite hasta la saciedad. Le gusta hablar conmigo y no deja que los mayores se interpongan en nuestra conversación. Ha cumplido dos años y yo pensaba que cumplía tres. No sé, la veo muy grande, muy parlanchina, muy suelta.
Ella es la bendición de Dios, el mejor fruto del amor que unos padres pueden tener, la ternura que este mundo necesita para ser verdaderamente dichoso, el sueño y el deseo por hacer mejor este mundo para que estos pequeños mocosos, que todavía no saben lo que es el peso de una mochila llena de libros, sean libres y felices.
Felicidades, Rosalía. Te quiero mucho, pero sé que tú me quieres más.
Buenos días nos dé Dios.

Un abrazo.

Gregorio

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