jueves, 17 de diciembre de 2009

Buenos días, Amigos.


Buenos días, Amigos.
No sabía que hacer, si quedarme en casa o ir a visitar a mis hermanas concepcionistas de Torrelaguna. El problema no estaba en ir o en quedarse. El problema estaba que las emisoras de radio emitieron ayer por la mañana unos avisos que advertían de la ola de frío y la fuerte nevada que iba a caer en España. Numerosos centros escolares cerrados, carreteras posiblemente cortadas, y, sobre todo, aconsejando el transporte público. Torrelaguna es un bello pueblo de Madrid. Allí nació el cardenal Cisneros y como huella franciscana está la presencia de unas religiosas concepcionistas franciscanas, cuatro en concreto, tres para ser más sincero, a las que de vez en cuando, una vez al mes, suelo ir a confesar y a dirigirles una charla formativa. Ayer era el único día que podían.
Dudé mucho si ir o quedarme, incluso lo comenté. Al final pudo la valentía y arriesgué. El viaje hacia Madrid fue el normal en horas puntas; un cielo cubierto con un tono especial. Pero nada más salir de Madrid hacia Torrelaguna los coches en dirección contraria iban indicando cómo el nivel de nieve era cada vez mayor. Torrelaguna estaba helada, cubierta por un manto nieve precioso. Y en su plaza monumental estaban mis tres abuelas monjas esperándome para labar la ropa. Con estufillas y con mucho abrigo escucharon pacientemente mi charla, se confesaros y me prepararon una riquísima comida. Qué vas a esperar de una abuela. Pues imagínate de tres.
Al final del día tenía la sensación de haber acertado en mi decisión, de haber arriesgado valientemente y, así, haber gozado de la nieve.
Buenos días nos dé Dios.
Un abrazo.
Gregorio.
Guadalajara, 17 de diciembre, día de la Oh, 2009.

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