martes, 20 de octubre de 2009

Buenos días, Amigos.





Buenos días, Amigos.
Me voy liando y liando y el arte de escribir lo tengo abandonado en las últimas semanas. Espero que, con un poco de voluntad y un equilibrio en el tiempo, podamos llevar con mayor constancia esta columna de Buenos días que tantas satisfacciones me ha dado hasta el momento.
No quiero hablar de política ni de religión, pero me resulta imposible hablar de ambas a la vez. La semana pasada seguí con interés el último viaje de nuestro Presidente de Gobierno en el que expresaba la paz como fruto del diálogo de todas las culturas y civilizaciones. Para algo su discurso es una invitación al diálogo de las civilizaciones. No sé por qué no le han concedido a él el Premio Nóbel de la Paz.
Metido en estas ideas este fin de semana he ido al cine. Claro está, tenía que ver ÁGORA. Me gusta apoyar el cine español y más a sus buenos directores. Había escuchado y leído ciertas críticas y sabía donde me metía. Pero tengo que reconocer que la película me impactó. Si es mala cualquier violencia, creo que la religiosa es la peor porque en nombre de Dios se justifican muchos odios. Como os digo me impactó.
Los expertos dicen que la sabia Hipacia pasó a la historia más bien por su trágico final que por sus conocimientos en una Alejandría que era un bullicio de culturas y religiones, donde cada uno buscaba sacar partido más que ponerse a dialogar. Debería no recomendarla, Amenabar se ha pasado en su celo anticatólico, pero creo que puede ayudar a dar una visión de futuro si no hacemos de la palabra y del diálogo algo divino que nos ayude a acercarnos como personas aunque seamos de ideas y creencias diferentes. Hay que borrar esa imagen en la que un hombre, en nombre de un Dios que es Amor, y con mayúsculas, reivindica sus creencias con un cuchillo ensangrentado. Vaya tiempos los de entonces. Ojalá podamos decir que éstos son mejores.
Buenos días nos dé Dios.
Un abrazo.
Gregorio.
Guadalajara, 20 de octubre de 2009.

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