lunes, 15 de marzo de 2010

Buenos días, Amigos.

Buenos días, Amigos.
No podía haber escogido un día mejor para regresar a casa. No podía haber escogido un domingo más festivo que el marcado por este cuarto domingo de cuaresma. No podía haber escogido un momento más especial que el que da la caída de la tarde y el amor nos abraza.
Conocí La Universal por casualidad, como una mariposa de flor en flor fui buscando los sabores del café de cafetería en cafetería, con mi corazón solitario y mi libreta negra. Si no recuerdo mal algo escribí hace unos meses. Y me gustó lo que vi. Me gustó lo que sentí. Me gustó tanto que celebré encontrar un rincón donde me sentía como en casa; sentía la cultura en el local, sentía la amabilidad de las personas, sentía que la música me llevaba y me traía de un lugar a otro.
Pero fue mi amiga la que empezó a hablarme de la bondad de ese local. Fue mi amiga la que me habló de ese hombre. Fue mi amiga la que sin pretenderlo hizo que yo me sintiera en un pequeño santuario con la liturgia del café. Pero ella no se atrevía a venir. La Universal, si para mí era un local donde mataba la soledad que me comía por dentro, para ella los recuerdos del pasado desestabilizaban su débil personalidad. Pero ayer fue el día tonto, la hora tonta y el momento tonto, en la que la convencí para volver a la casa de todos, a la cafetería de todos, a La Universal. Qué emocionante verla abrazar al pobre y sencillo ermitaño de La Universal. Ella lloraba, en el fondo lloraba, pero también sus ojos mostraban esas lágrimas del volver. Es más fácil irse, marcharse de la casa del padre. Lo difícil es volver.
Ahora comprendo, después de ver el rostro de mi amiga, que el padre bueno de la parábola quisiera hacer una fiesta. La Universal está de fiesta, ese local donde suelo refugiarme, como un bohemio, a tomar el café y a leer los periódicos prohibidos, siente entre sus cuadros, entre sus libros, entre sus paredes sucias por el humo, que mi amiga ha vuelto y eso hay que celebrarlo. Este domingo no tomé café en La Universal, con una cerveza celebré la vuelta a casa de mi amiga. Ya no estoy solo.
Buenos días nos dé Dios.
Un abrazo.
Gregorio.
Guadalajara, 15 de marzo de 2010.

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