martes, 14 de diciembre de 2010

Madrid petao.

Buenos días, Amigos.
Quedé con unos amigos el domingo a comer en Madrid. Bueno, bueno. Madrid estaba impresionante, abarrotado, petao, como dicen los jóvenes de hoy. Mi primera reacción fue la de saludar y decir adiós. No se podía dar un paso; o te sacaban los zapatos por detrás o tu ibas pisando al de delante. No tengo palabras para explicar la sensación de agobio que tenía al principio. Mis amigos decían que ahora daba gusto, que el apretón humano fue mayor el puente de la Inmaculada, que incluía paraguas porque estaba lloviendo.
Poco a poco me fui relajando. Si no es así y por estas fechas no veo a mis amigos. Me relajé y disfruté del mogollón. Todo estaba lleno y todo era muy caro, pero había que comer. Es casi tradicional el rabo de toro, más que nada por comparar sabores. El del año pasado estaba mustio, seco y frío. El de este año estaba sabroso, divertido y muy bien. No me refiero al rabo; me refiero a mi. ¡Cómo cambia una persona en un año! También probé cosas ricas del plato de mis amigos pero me da vergüenza escribirlo. Aunque, si no me da vergüenza decir que he comido rabo, por qué me va a dar corte escribir que he comido no se qué negro. Qué vergüenza. Yo no escribo eso.
En fin. Que me lo pasé bien, muy bien. Madrid estaba a tope ante una decoración que marca crisis e ilumina deseos de superación. Madrid estaba petao, pero nadie compraba.
Buenos días nos dé Dios.
Un abrazo.
Gregorio.
Guadalajara, 14 de noviembre de 2010.

No hay comentarios: