
Buenos días, Amigos.
Termina un año que para muchos lo considerarán horribilis, desastroso, desinflado, o encantador según sea la experiencia que cada uno haya tenido durante los trescientos sesenta y cinco años. Personalmente ha sido un año nuevo en muchos aspectos, en lo personal sobre todo.

Mi amiga
Maria Elena siempre me ha aconsejado que la felicidad depende de las
raíces que uno tenga, que uno eche y que uno trabaje y, por tanto, el estar bien uno mismo es fundamental para ser feliz. A lo largo de este 2010 he ido creciendo, experimentando e investigando por donde podrían dirigirse mis tentáculos. Resulta difícil crecer cuando uno se siente castigado, espiado, con el teléfono pinchado y con cierta
desconfianza hacia mis movimientos. Ante la incertidumbre no aconsejan hacer mudanza. Pero cuando la mudanza es lo más grande que te ocurre la incertidumbre deja sin sentido a cualquier ser. El tiempo, ese dios que cura todo, ese espacio que tranquiliza, esa medida que no parece tener fin, también beneficia a los más tensos y relaja los órganos más tensos para que nuestra planta pueda seguir viva echando
raíces y poder crecer.

No sé cómo son mis
raíces tras esta dura poda interior que ha dejado un destrozo muy grande, un vacío profundo y una oscuridad fría. Pero en el año de los Bosques me veo como un
enanito encantado de la mano de mi amigo el árbol
Coquín, con el que me adentro con toda confianza en este año nuevo. Sigo vivo, tengo
raíces, surgen proyectos e ilusiones a mi alrededor y la felicidad, como sabia nueva, llega al centro de mi ser. Gracias a los que me han hecho
reír.
Feliz 2011.
Que los árboles nos ayuden a ser felices.
Un abrazo.
Gregorio.
Quero, 31 de diciembre de 2011.