domingo, 3 de octubre de 2010

Buenos días, Amigos.

Buenos días, Amigos.
Después de pasar la tortura de cumplir años ayer me llama una amiga para preguntarme cómo había pasado el día y si había tomado mi cafetito. Vaya pregunta que me haces, le respondí. Pero no por lo del café, que casi lo tomo a diario y a la misma hora. Mas bien lo chocante de la pregunta es que si algo llamó la atención en el día de mi cumpleaños no fue el recital de Música Sacra al que asistí por la tarde, ni los cortometrajes de la noche en el Festival de Cine de Guadalajara. Lo más llamativo fue el cafetito.
Tuve que decirles a los camareros que la música ambiental es necesaria, pues si bien decimos que hay conversaciones que rompen los oídos, algunas rompen algún miembro más. Me pusiera donde me pusiera la conversación de las dos chicas que había la podía escuchar, pues ambas estaban sentadas en el centro. Una hablaba, la otra escuchaba. Empezó relatando los consejos que su abuela le había dado a los pocos días de su trágica separación. La chica era mona y no tenía mal tipo. Laz voz de la abuela retumbaba con la sabiduría de los profetas.
De pronto, sin venir a cuento, sin saber dónde me perdí, empezó a hablar de los tíos buenos que hay en Alcalá de Henares. Intenté desconectar. Las palabras de la abuela eran como un regalo en mi cumpleaños que me empujaba a seguir adelante a pesar de las dificultades. Pero no pude. Había tanto silencio que la conversación entraba en mi sin querer. Sin saber cómo ya estábamos en un local donde el camarero se le abalanzó y la persiguió hasta el servicio para besarla. Y volvió a saltar de tema. Se fue de vacaciones a Norteamérica y algo también le pasó con alguien en el aeropuerto. En Chicago un policía le insinuó. Ah, se me olvidaba. Aquí hay que meter muchas expresiones en inglés porque sino no parece que hemos ido ni que sabemos el idioma inglés, francés, griego.
Esta chica se las sabía todas, o por lo menos sabía relatarlo. Qué bien tener amigos para contarles nuestras vidas, aunque sea la parte sexual, y que bien que haya locales para relatarlos. Pero si a un amigo le confiamos nuestra vida en un bar a radiofónica voz más bien queremos presumir del único crucero que hemos hecho, del arreglo que estamos haciendo en el cuarto de baño o de la piscina que vamos a construir en el patio. Estas cosas se cuentan en privado, los amigos están para otra cosa más importante donde se puedan sentir protagonistas del sagrado misterio de la confesión, donde el sigilo los personaliza como únicos oídos del pecado, de la preocupación, de la duda y del dolor.
Yo me preguntaba al final si la abuela sabía todas estas cosas de las que alardeaba su preciosa nieta. Por favor, camarero, pon música y cuanto más estridente,mejor.

Buenos días nos dé Dios.

Un abrazo.
Gregorio.
Guadalajara, 3 de octubre de 2010.